“La literatura es una forma de pensamiento”, por Javier Marías Tema: Artículos

Podríamos preguntarnos por qué seguimos escribiendo novelas y poesías y dramas y ensayos después de la interminable lista de obras maestras que nos precede, en las que todo parece estar ya contenido y expresado y dicho y pensado. Los múltiples agoreros de nuestro tiempo exclaman una y otra vez: «La novela ha muerto. La literatura ha muerto. No hay nada que añadir. Todo está inventado. Más vale callarse», como si tuvieran grandes deseos de que en efecto fuera así, de que ya no hubiera más textos ni más historias ni más reflexiones. A esos agoreros tradicionales se unen las voces que hipócritamente culpan a los nuevos y no tan nuevos modos de entretenimiento (desde la televisión hasta el Internet, supongo, aunque nunca he tenido un ordenador en las manos e ignoro si son tan entretenidos) de estar desplazando y arrinconando y acabando con la literatura. Quienes lanzan estos lamentos y acusaciones no parecen tener mucha fe en aquello que están defendiendo y que ellos mismos a veces practican, la literatura, cuando la ven tan frágil y además la reducen a eso, a una forma de entretenimiento, lo cual sin duda puede la literatura ser en numerosas ocasiones, pero no siempre o no solamente.

La literatura es también una forma de pensamiento, y una de las principales, y no creo que a eso pueda renunciar el mundo, sobre todo porque ese pensar literario -en forma de narraciones o historias o de versos o de diálogos y monólogos- nos viene acompañando desde hace demasiados siglos. Hay cosas que sabemos sólo porque la literatura nos las ha mostrado, o nos ha permitido tomar conciencia de ellas y reconocerlas. Hay saberes e intuiciones que no son expresables o no se manifiestan en un lenguaje exclusivamente racional: ni técnico, ni filosófico, ni económico, ni religioso, ni científico, ni desde luego político, ni tan siquiera psicológico.

Hay una enorme zona de sombra en la que sólo la literatura y las artes en general penetran; seguramente, como dijo mi maestro Juan Benet, no para iluminarla y esclarecerla, sino para percibir su inmensidad y su complejidad al encender una pobre cerilla que al menos nos permite ver que está ahí, esa zona, y no olvidarla. La literatura nos permite entendernos un poco mejor a nosotros mismos y también al mundo, ambas cosas vienen a ser idénticas. Y de eso, sin duda, y por muchas renuncias idiotas que estén haciendo deliberadamente los hombres y las mujeres contemporáneos, es imposible prescindir del todo si no queremos convertirnos en primitivos llenos de saberes prácticos.

Así, quizá seguimos escribiendo literatura, y leyendo la que se escribe hoy día, porque cada época necesita esa clase de pensamiento aplicado a sí misma, porque precisamos la indagación de nuestra propia zona de sombra, que no coincide en todo con la de nuestros antepasados.

Javier Marías
«Una pobre cerilla»
El País, 15 de diciembre de 1997